Se me clavan las palabras que disparas,
se me hunden en la nuca desapaciblemente,
y van constituyendo esta colección de astillas
que parece no concluir,
que ni si quiera hace aspavientos por pausarse.
Se me clavan como puñales
y cada día a su paso,
despedazan un poco más,
haciéndome más suya,
prohibiéndome desgajarme.
Y cuando lo más iluso de mí reluce,
me veo tan capaz de abandonar esto,
que doy patadas al aire,
e incluso por una décima de segundo,
celebro mi ansiado epílogo,
y creo firmemente haberte tejido un nido al norte del olvido.
Qué fácil autoengañarse,
qué absolutos son algunos ridículos,
y qué golosa una mentira
al paladar de quién nunca supo afrontar sus verdades.
El autoengaño es un mecanismo de defensa, para no tener que asumir el dolor de la realidad.
ResponderEliminarEl problema es que a veces, tenemos mecanismos de defensa que usados en exceso, nos acaban dañando.
Salud.