Ayer brindé por lo penoso de caminar
para imaginarme al unísono de tus latidos,
por el desgaste emocional
que conlleva este constante intento de olvido,
y por nosotros.
Por nuestra burda película,
aquella que ni pasa del replay,
ni admite un pausa.
Brindé por tu boca ya tan ajena a la mía,
y por la atroz rutina
de encontrar tu mirada en ojos ajenos.
Ayer brindé,
y me estalló la copa
entre las manos.
Porque ya no sé como explicarte
que estoy peinada por el fracaso,
que he aprendido a llorar con la sonrisa,
y que resucito cinco veces al día por costumbre.
Porque no me quedan palabras,
o me niego a encontrarlas,
para explicarte
que ya nada me llena,
y ya no lleno nada.