No voy a mentirte;
me dueles un poquito.
Serán tus gestos de indiferencia
sumados a mi afán por saber
si son simulados o no.
O será ese vaivén
con el que paseas
tu sonrisa barata de búrdel
haciendo esfuerzos por no quebrarse.
Incluso tal vez me duelas
por ser incapaz de aceptar
que soy yo,
quién realmente te crea
conforme a mí antojo,
en respuesta a una necesidad.
O porque sigo creyendo firmemente
que te comprendo,
que las palabras atan a las personas,
y que un mismo pensamiento
pudo llegar a sernos unánime.
Probablemente sea aquello
por lo que me duelas.
Probablemente sea aquello
por lo que mis preguntas
cada día estén más huérfanas
de respuestas.
Y probablemente el problema resida en mí,
en mi anhelo de creer conocerte,
en mi interminable miedo a reconocer
lo desconocidos que siempre fuimos.
No voy a mentirte,
en realidad,
hoy me dueles mucho.